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EL ENORME ENSAYO

UMBRÍA PARA EL ATLANTE Y LA FATIGA DEL BUCEADOR OCEÁNICO

Einojuhani Rautavaara [Finlandia 1917-2016]
Sinfonía Nº 7 [1994] / III – Come un sogno
Helsinki Philharmonic Orchestra & Leif Segerstam [2019]


Manuel Ángel | Vigo. 1968 / Baiona. 2021

Lotario a Nataniel

«Clara no estaba de acuerdo con esos delirios místicos pero era inútil refutarlos. Sólo cuando Nataniel afirmaba que Coppelius era el principio maligno que se había apoderado de él en el momento en que se escondió tras la cortina para observarlo, y que aquel demonio enemigo turbaría su dichoso amor, Clara decía seriamente: – Sí, Nataniel, tienes razón, Coppelius es un principio maligno y enemigo, puede actuar de forma espantosa, como una fuerza diabólica que se introduce visiblemente en tu vida, pero sólo si no lo destierras de tu pensamiento y de tu alma. Mientras tú creas en él, existirá; su poder está en tu credulidad.-»

E.T.A Hoffmann
El Hombre de Arena
Pag. 17

 

Un paisaje de tiza tras la lluvia

VIGO 2007-2008

Con sus fotografías asistimos permanentemente a una constante translación, en el sentido físico y también en el sentido formal y técnico, un viaje continuo en el que las imágenes recorren diferentes ámbitos sociales y geográficos. Somos transportados una perpetua reflexión y diálogo entre la percepción humana y el medio que nos rodea, inscribiéndose en una corriente artística que históricamente se centra en la edificación de una conciencia del diálogo entre el hombre y el mundo, un mundo a medio camino entre lo “natural”, lo “social” y lo “íntimo” o personal.

En la obra de Manuel Ángel, como en cualquier obra que implica relación del “yo” con el “otro”, se manifiesta el cambio, el afecto, la dualidad, creando así una identificación del artista con el medio que quiere mostrar. La fotografía de Manuel Ángel posee unos criterios claros y coherentes, que nos permiten entender e interpretar el conjunto de sus imágenes no sólo en su unicidad, sino también como parte de un argumento, de una reflexión que quiere mostrar su visión desde su subjetividad, pero también desde una profunda comprensión del sentido de la fotografía –y de la vida- en nuestro presente. Los núcleos principales de la obra de Manuel Ángel son los géneros clásicos que se encuentran en las raíces de la historia del arte: el retrato, el paisaje, la fotografía arquitectónica –tanto de interior como de exterior, las escenas urbanas y la representación del cuerpo como plataforma de comunicación plástica. Esta propuesta temática no hace más que poner en evidencia, y en valor, la identidad conseguida del medio fotográfico, dado que al conformarse como géneros clásicos, reafirma la intensa autonomía de un nuevo medio fotográfico, tras 150 años de fructífero recorrido en busca del sentido propio como medio de creación.

El artista es así un eslabón, consciente y lúcido, inmerso en la construcción del discurso estético de la fotografía moderna. Es necesario tener en cuenta que a principios de los años ochenta surge una nueva actitud hacia la fotografía, que centra su interés más en su uso para finalidades conceptuales que en las puras intenciones estéticas o documentales, características de sus predecesores, consolidándose de este modo una transformación total en la forma de entender el medio, que tendrá como consecuencia una diversidad y una libertad de enfoque absolutas, aspecto del que la obra de Manuel Ángel es un excelente ejemplo, no porque se interese por desarrollar una fotografía de tesis o marcadamente experimental, sino porque la pureza y el clasicismo de sus imágenes son hijos de una libertad que no se podría entender sin los pasos seguidos por la fotografía en las últimas décadas. Su obra incluye formulaciones esteticistas y narrativas, documentales y sociales, inmersas en esa auténtica revolución estética que terminó por conformar la definitiva autonomía del medio fotográfico, liberado por completo de cualquier lastre de dependencia de lo pictórico, incluso llegando a ocupar el lugar que tradicionalmente estaba reservado para la pintura. Las fotografías conforman una auténtica y peculiar cartografía del mundo que rodea a Manuel Ángel –de lo íntimo a lo social, pasando por lo geográfico-, de forma que mantiene en sus obras una tensión entre los temas representados y el lenguaje artístico utilizado. Ese mundo ambiguo, alusivo e irónico aparece en buena parte de las obras.

Naturalmente, la obra de nuestro fotógrafo abarca los principales temas de interés de los creadores: la identidad, el rostro, la naturaleza, la relación con el medio arquitectónico, o la cultura de lo cotidiano, con una marcada variedad formal, que se configura como un auténtico caleidoscopio de la modernidad, coincidiendo en los intereses temáticos y formales con auténticos clásicos como Werner Bischof o H.C.Bresson. Por ejemplo los lugares captados en sus paisajes, como los del fotógrafo norteamericano, son incorporados, gozados en un impulso constante que al mismo tiempo los perpetúa y eterniza. En su obra aparecen muchas de las preocupaciones del momento desde la voluntad de captación cronística de la realidad por medio de imágenes directas e impactantes, hasta la intensa reflexión sobre el ser humano.

La obra de Manuel Ángel es, por lo tanto, una indagación en el substrato cultural y social de nuestro tiempo, una indagación en la que la mirada es el fundamento que posibilita una cadena de sugerencias y reflexiones de un evidente lirismo. El fotógrafo ofrece una serie de visiones de su entorno que se alejan rotundamente de cualquier complacencia y de cualquier retórica. No hay sombra en ellas de la búsqueda de un refugio espiritual, pero sí se percibe una acentuada preocupación por el análisis de factores que sirvan para entender el sentido profundo de la vida, llevando a cabo una reflexión sobre la relación con el medio más inmediato –natural y social- y por tanto sus obras expresan un interés por captar en qué medida este medio influye en las concreciones artísticas. Un ejemplo notable de su actitud son la serie de retratos del fotógrafo. El retrato tenía hasta hace muy poco tiempo una función nítidamente definida, ligada al consumo, como “representación” del poder político, como “reconocimiento” de la posición social del retratado; esto es, vinculada a una función utilitaria, que poco a poco fue desplazando su uso hacia lo privado, especialmente desde que la burguesía comienza su hegemonía como clase social y sobre todo desde la invención y generalización de la fotografía, a mediados del siglo XIX.

Evidentemente, un acercamiento actual al género –como el que nos ofrece Manuel Ángel manifiesta el enorme cambio en su función, que, si por un lado nos sitúa en el ámbito de la autonomía del retrato como objeto artístico, mantiene, asimismo, su sentido, su capacidad de comunicación como memoria visible de una persona concreta, como testimonio de nuestra presencia, de la huella en la tierra de los seres humanos, que es lo que nos emociona cuando nos situamos ante muchas representaciones del rostro humano a lo largo de la historia, como nos puede suceder con los rostros funerarios romano-egipcios de El Fayum; los retratos del mejicano Humberto Bustos –del siglo XIX-; de un autorretrato de Durero o de Rembrandt, porque en todos ellos está la presencia de nuestra condición, la tensión entre la caducidad y la memoria, entre la manifestación de lo efímero y la voluntad de permanencia.

Centrándonos ya en la obra de nuestro fotógrafo, observamos que aunque nos sitúa en el plano técnico de la modernidad más absoluta, también se percibe esa continuidad, la evidencia de que la representación del rostro se inscribe en el rastro de una larga tradición con sorprendente fidelidad a la misma, como si el canon retratístico renacentista se perpetuase. Pero partiendo de esa tradición asistimos en la obra de Manuel Ángel a profundizaciones, a intensificaciones de la percepción, que son claramente contemporáneas. Las miradas son muy diversas, pero en el fondo, estas permanecen –y esa es una de las grandes virtudes de la obra de nuestro fotógrafo-, como si la cara se quedase paralizada, dotada de un aura de verdad profunda, por mucha distorsión e ironía que le añadamos a la representación. A destacar la capacidad de sugestión con la que el fotógrafo capta la mirada. Otra vertiente de enorme calidad de su obra es el paisaje, que en no pocas ocasiones adopta una sintaxis formal de la tradición del romanticismo nórdico –ese paisaje de dominante horizontalidad en el que destaca la vertical de un único árbol y una diminuta silueta humana-. Es entonces cuando los paisajes se vuelven una forma de autoconocimiento, de traducción, de reflexión sobre el mundo, como una meditación sobre la condición humana desde el punto de vista individual, particular y, al mismo tiempo se configura como una búsqueda de un sentido del espacio, revelándose la obra como un lugar, un sujeto y un punto de vista.

El tema de la obra es la toma de conciencia de sí misma”, la frase de Paul Valéry que yo tomo de Vila-Matas, bien puede resumir el conjunto de la obra de Manuel Ángel pero creo que también compendia su actitud vital. Para Manuel Ángel la búsqueda de la imagen exacta, verdadera es una actitud de búsqueda que se asemeja mucho a la lucha por conseguir la palabra exacta para algunos poetas, que convierten la búsqueda de palabras en un eterno palimpsesto, un constante escribir y reescribir. La imagen del palimpsesto me resulta iluminadora al aplicarla al mundo fotográfico que en la era digital se convierte en un constante fijar y borrar y de nuevo fijar, en un ejercicio de permanente pesquisa. Al final en estas imágenes, llenas de referencias estéticas y de un rigor formal que tiene en el encuadre su fundamento, está la experiencia personal que permanece inmovilizada, eternizada y en la que percibimos la sombra de la vida agarrando ese minúsculo mapa que llegamos a conocer, que es nuestra trayectoria vital, que es nuestra experiencia, nuestro suave aletear, nuestro polvo que es definitivamente lo que todos somos. Pero sobre todas estas imágenes permanece inmóvil y se transmite una lucidez que quema, y las fotografías parecen un paisaje de tiza tras la lluvia, imágenes congeladas que permanecerán mientras se mantenga viva nuestra memoria.

Carlos L. Bernárdez

 

UNHA PAISAXE DE XIZ TRAS A CHOIVA

Resúltame ben difícil separar a obra de Manuel Ángel da súa personalidade vital, cousa que nin pretendo nin desexo. Non podería falar da obra do noso artista sen pensar no home, un ser concreto que observa e sente e que revela unha actitude vital de intensa curiosidade con todo o que o rodea e que fita coa intelixencia de quen non quere perder ningún pormenor do mundo no que está inserido.

Coas súas fotografías asistimos permanentemente a unha constante translación, no sentido físico e tamén no sentido formal e técnico, unha continua viaxe na que as imaxes percorren diferentes ámbitos sociais e xeográficos. Somos transportados a unha perpetua reflexión e diálogo entre a percepción humana e o medio que nos rodea, inscribíndose nunha corrente artística que historicamente se ten centrado na edificación dunha conciencia do diálogo do home e mais o mundo, un mundo que abala entre o “natural”, o “social” e o “íntimo” ou persoal. Na obra de Manuel Ángel, como en calquera obra que implica relación do “eu” co “outro”, maniféstase o troco, o afecto, a dualidade, creando, xa que logo, unha identificación do artista co medio que quere amosar. A fotografía de Manuel Ángel posúe uns criterios claros e coherentes, que nos posibilitan entender e interpretar o conxunto da súas imaxes non só na súa unicidade, senón tamén como parte dun argumento, dunha reflexión que quere amosar a súa visión desde a súa subxectividade, mais tamén dende unha profunda comprensión do sentido da fotografía –e da vida- no noso presente.Os núcleos principais da obra de Manuel Ángel son xéneros clásicos que se atopan nas raíces da historia da arte: o retrato, a paisaxe, a fotografía arquitectónica -tanto de interior como de exterior, as escenas urbanas-, e a representación do corpo como plataforma de comunicación plástica. Esta proposta temática non fai máis que pór en evidencia, e en valor, a gañada identidade do medio fotográfico, xa que ao se conformar como xéneros clásicos, reafirma a intensa autonomía do novo medio fotográfico, logo de 150 anos de frutífero percurso na procura dun sentido propio como medio de creación. O artista é así un elo, consciente e lúcido, inserido na construción do discurso estético da fotografía moderna.

Cómpre termos en conta que a principios dos anos oitenta xorde unha nova actitude cara a fotografía, que centra o seu interese máis no seu uso para finalidades conceptuais que nas puras intencións estéticas ou documentais, características dos seus predecesores, consolidándose daquela unha mudanza total na maneira de entender o medio, que terá como consecuencia unha diversidade e unha liberdade de enfoque absolutas, aspecto do que a obra de Manuel Ángel é un excelente exemplo, non porque se interese por desenvolver unha fotografía de tese ou marcadamente experimental, senón porque a pureza e clasicismo das súas imaxes é fillo dunha liberdade que non se podería entender sen os procesos seguidos pola fotografía nas últimas décadas.

A súa obra inclúe formulacións esteticistas e narrativas, documentais e sociais, inseridas nesa auténtica revolución estética que acabou por conformar a definitiva autonomía do medio fotográfico, liberado de vez de calquera lastre de dependencia do pictórico, mesmo chegando a ocupar o lugar que tradicionalmente estaba reservado para a pintura. As fotografías conforman unha auténtica e peculiar cartografía do mundo que rodea a Manuel Ángel –do íntimo ao social, pasando polo xeográfico-, de xeito que mantén nas súas obras unha tensión entre os temas representados e a linguaxe artística utilizada. Ese mundo ambiguo, alusivo e irónico aparece nunha boa parte das obras. Naturalmente, a obra do noso fotógrafo abrangue os principais temas de interese dos creadores: a identidade, o rostro, a natureza, a ligazón co medio arquitectónico, ou a cultura do cotián, cunha marcada variedade formal, que se configura como un auténtico caleidoscopio da modernidade, coincidindo nos intereses temáticos e formais con algúns dos máis interesantes creadores do noso presente mais tamén con auténticos clásicos como Werner Bischof ou H.C.Bresson. Por exemplo os lugares captados nas súa paisaxes, como os do fotógrafo norteamericano, son incorporados, gorentados nun impulso constante que ao tempo os perpetúa e eterniza.


Na súa obra aparecen moitas das preocupacións do momento, desde a vontade de captación cronística da realidade por medio de imaxes directas e impactantes, até a intensa reflexión sobre o ser humano. A obra de Manuel Ángel é, pois, unha indagación no substrato cultural e social do noso tempo, unha indagación na que a ollada é o fundamento e posibilita unha cadea de suxestións e reflexións dun evidente lirismo. O fotógrafo ofrece unha serie de visións da súa contorna que se afasta de vez de calquera compracencia e de calquera retórica. Non hai sombra nelas da procura dun refuxio espiritual, mais si se percibe unha acentuada preocupación pola análise de factores que sirvan para entender o sentido profundo da vida, levando a cabo unha reflexión sobre a relación co medio máis inmediato –natural e sociale polo tanto as súas obras manifestan un interese por captar en que medida este medio inflúe nas concrecións artísticas. Un exemplo notábel da súa actitude son a serie de retratos do fotógrafo. O retrato tiña até hai ben pouco tempo unha función nitidamente definida, ligada ao consumo, como “representación” do poder político, como “recoñecemento” da posición social do retratado; isto é, vinculada a unha función utilitaria, que devagar foi desprazando o seu uso para o privado, especialmente desde que a burguesía comeza a súa hexemonía como clase social e sobre todo desde a invención e xeneralización da fotografía, a mediados do século XIX.

Evidentemente, un achegamento actual ao xénero –como o que nos fornece Manuel Ángel manifesta a enorme mudanza na súa función, que, se por unha banda nos sitúa no ámbito da autonomía do retrato como obxecto artístico, mantén, asemade, o seu sentido, a súa capacidade de comunicación como memoria visíbel dunha persoa concreta, como testemuña da nosa presenza, da pegada na terra dos seres humanos, que é o que nos emociona cando nos situamos perante moitas representacións da face humana ao longo da historia, como nos pode acontecer cos rostros funerarios romano-exipcios de El Fayum; os retratos do mexicano Humberto Bustos –do século XIX-; dun autorretrato de Durero ou de Rembrandt, porque en todos eles está a presenza da nosa condición, a tensión entre a caducidade e a memoria, entre a manifestación do efémero e vontade de permanencia. Centrándonos xa no obra do noso fotógrafo, observamos que aínda que nos sitúa no plano técnico na modernidade máis absoluta, tamén se percibe esa continuidade, a evidencia de que a representación do rostro se inscribe no ronsel dunha longa tradición, con sorprendente fidelidade á mesma, como se o canon retratístico renacentista se perpetuase. Pero partindo desta tradición asistimos na obra de Manuel Ángel a afondamentos, a intensificacións da percepción, que son claramente contemporáneos.

As olladas son ben diversas, mais no profundo, as miradas permanecen –é esta unha das grandes virtudes da obra do noso fotógrafo-, como se a face quedase paralizada, dotada dunha aura de verdade profunda, por moita distorsión e ironía que lle acrecentemos á representación. A salientar a capacidade de suxestión coa que o fotógrafo capta a ollada. Outra vertente de enorme calidade da súa obra é a paisaxe, que en non poucas ocasións adopta un sintaxe formal da tradición do romanticismo nórdico –esa paisaxe de dominante horizontal na que salienta a vertical dunha única árbore e unha diminuta silueta humana-. Daquela as paisaxes vólvense un modo de autocoñecemento, de tradución, de reflexión sobre o mundo, como unha meditación sobre a condición humana desde o punto de vista individual, particular e, ao tempo se conforma como unha procura dun sentido do espazo, revelándonos a obra como un lugar, un suxeito e un punto de vista. “O tema da obra é a toma de conciencia en si mesma”, a frase de Paul Valéry que eu tomo de Vila-Matas, ben pode resumir o conxunto da obra de Manuel Ángel mais coido que tamén compendia a súa actitude vital.

Para Manuel Ángel a procura da imaxe exacta, verdadeira é unha actitude de busca que semella moito a loita por conseguir a palabra exacta para algúns poetas, que converten o axexo das verbas nun eterno palimpsesto, un constante escribir e reescribir. A imaxe do palimpsesto resúltame iluminadora ao aplicala ao mundo fotográfico que na era dixital se converte nun constante fixar e borrar e novamente fixar, nun exercicio de permanente pescuda. A final nestas imaxes, cheas de referencias estéticas e dun rigor formal que ten no encadre o seu alicerce, está a experiencia persoal que fica inmobilizada, eternizada e na que percibimos a sombra da vida agarrando ese minúsculo mapa que chegamos a coñecer, que é o noso decurso vital, que é a nosa experiencia, o noso lene esvoazar, o noso po que é definitivamente o que todos somos. Mais sobre todas estas imaxes paira e transmítese unha lucidez que queima, e as fotografías semellan unha paisaxe de xiz tras a choiva, imaxes conxeladas que permanecerán en canto fique viva a nosa memoria.

Carlos L. Bernárdez

A CHALK LANDSCAPE BEHIND THE RAIN

Foto: Ela. Ribadavia. Orense. Es. 2015 / Leica al
A Elita jamás la detuvo, detiene ni detendrá ninguna ley o cerrojo. Si Michaux lo tituló: ¨Frente a los cerrojos¨, Ela lo hubiese titulado: ¨Sobre los cerrojos¨. De lo cual me alegro.

I find it quite hard to separate Manuel Ángel’s work from his lively personality, something which I don’t intend or wish to do. I could by no means refer to the artist’s work without thinking of the man – a specific human being who watches, feels and reveals a vital attitude of intense curiosity about everything surrounding him – and he observes/watches it with the intelligence of someone who doesn’t want to lose any detail of the world he is immersed in. Through his photographs we are always witnesses to a constant movement, both in the physical, formal and technical senses, a never-ending journey where the images travel through different social and geographical fields.

We are being taken to some perpetual reflection and dialogue between the human perception and the environment surrounding us, being registered into an artistic stream which has been historically focussed in building a consciousness of dialogue between the man and the world, a world which is half-way among the “natural”, the “social” and the “private” or personal. In Manuel Ángel’s artwork – as in any other work which may imply a relationship between “myself” and “the other” – change, affection and duality are expressed, thus creating an identification of the artist with the environment he wants to show. Manuel Ángel’s photography possesses clear and coherent features, which allow us understand and interpret their array of images not only as a unique, but also as part of an argument, of a reflection which wants to show us its vision from his subjectivity and also from a deep understanding of the meaning of photography – and life –at present. The main nuclei of Manuel Ángel’s artwork are the classic genres which can be found in the roots of the history of art: portrait, landscape, architectural photography – both indoors and outdoors – urban scenes and the illustration of the body as the launchpad of art communication.

This thematic proposal just makes clear and values the identity obtained from the photographic means, since by being defined as classic genres, the intense autonomy of a new photographic means is restated, after 150 years of fruitful trajectory in search of its own essence as a means of creation. The artist is thus a link – both onscious and perceptive – immersed in the construction of the aesthetic discourse of modern photography.

It is necessary to take into account the fact that in the early 80s a new attitude towards photography arises, focussing its interest more in its use as conceptual purposes than in pure aesthetic or documentary objectives which had been characteristic of their predecessors. This way an absolute transformation in the way of understanding the environment is cemented and it will have as a consequence both a total diversity and freedom of focus. And it is here that Manuel Ángel’s artwork is an excellent example– not because he may be interested in developing thesis photography or remarkably experimental photography but – due to the fact that the purity and classicism of his images are children of a freedom one could not understand without the steps followed by photography as an art throughout the last decades. His artwork includes aesthetic and narrative, documentary and social assertions which are immersed in this authentic aesthetic revolution which ended up by shaping up the definite autonomy of the photographic means, absolutely freed from any burden of pictorial dependence, even reaching the place traditionally reserved to painting.

The photographs constitute an authentic and distinctive cartography of the world surrounding Manuel Ángel – from the intimate to the social, through the geographical – in a way that he keeps in his work a tension between the topics being symbolized and the artistic language used. That ambiguous, alluded and ironic world is shown in a big deal in his pieces of art. Obviously, our photographer’s work embraces the main interest topics of the creators: identity, countenance, nature, the relationship with the architectural environment, or the everyday culture, with a marked formal variety, which is shaped as an authentic kaleidoscope of modernity, agreeing with the thematic and formal interests of authentic classics such as Werner Bischof or H.C.Bresson. We can take as an example the places grasped in Manuel

Ángel’s landscapes which, like the NorthAmerican photographer, are built-in, enjoyed in a constant impulse which perpetuates and immortalizes them. In his work there are many of the contemporary worries, from the will of capturing the reality as in a chronicle through direct and shocking images to the intense reflection about the human being. Manuel Ángel’s artwork is, therefore, an inquiry into the cultural and social substratum of our times, an inquiry where the glance is the basis which makes possible a suggestions and reflections chain full of an evident lyricism.

The photographer offers a series of insights about his social environment which are decisively far away from any complacency and any rhetoric. There is not a hint in it of the search for a spiritual shelter, but one can perceive an emphasized concern about the analysis of those features which help understand the deep meaning of life, by carrying out a reflection about the relationship with the most immediate environment – both natural and social – and therefore his works express an interest in catching to what extent this environment has an influence on the artistic accomplishment. A significant example of his attitude is the series of portraits by the photographer.

The portrait has had until very recently a sharply defined role, linked to consumerism, as an “illustration” of the political power, as an “acknowledgement” of the social status of the person being portrait. That is to say, it has been linked to a practical role, which has gradually displaced its use towards the private, especially since the gentry started their hegemony as a social class and moreover since the invention and generalization of photography in the mid-19th century.

Obviously, a present approach to the genre – as it is the one Manuel Ángel offers us – shows the great change in its role, which on the one hand places us in the field of the autonomy of the portrait as an artistic object and on the other hand it keeps its sense, its ability to communicate as a visible memory of a specific person, as a testimony of our presence, of the trace on the ground of human beings, which is what moves us when we are facing many representations of the human countenance throughout history, as it can happen with the

Roman-Egyptian funeral countenances at El Fayum; the 19th century portraits by the Mexican Humberto Bustos, a portrait by Durero or Rembrandt, because in all of them there is the presence of our status, the tension between the expiration date and the memory, between the display of the ephemeral and the will of permanence. Focussing on our photographer’s work, we can observe that despite the fact that he locates us on the technical close-up of the most absolute modernity, we can also appreciate that continuity, the evidence that the representation of the countenance is registered in the trace of a long tradition with a shocking fidelity to it, as if the portraitist Renaissance canon was being sustained. Yet, if we start from that tradition we can be witnesses in Manuel Ángel’s artwork to clearly contemporary in-depths, strengthenings of perception. The looks are very diverse, but deep down they remain – and this is one of the great virtues of our photographer’s work – as if the face stayed standstill, provided with an aura of deep truth, despite the big amount of distortion and irony we add to the illustration.

It is worth highlighting the ability to persuade with which the photographer captures the looks. Another aspect of great quality in his work is the landscape, which in not few occasions adopts a formal syntax of the romantic Scandinavian tradition – that prevailing horizontal landscape where it is emphasized the vertical line of an only tree and a tiny human silhouette. It is then when the landscapes become a self-knowledge way, a translation way of reflection about the world, like a meditation about the human condition in search for a sense of space, the artwork being revealed as a place, an individual and a point of view. “The topic of the artwork is its being aware of itself”, this sentence by Paul Valéry, which I take from Vila-Matas, can sum up well the assembly of Manuel Ángel’s artwork. I think it even abridges his lively attitude.

The search of the exact, true image is for him an attitude of searching which is much likely to the fight to get the exact word for some poets, who turn the search for words into an eternal palimpsest, a constant writing and rewriting. The image of a palimpsest becomes enlightening when applying it to the photographic world which in the digital era becomes a constant fixing and erasing and fixing back, a permanent inquiry. At the end of these images – full of aesthetic references and a formal rigour which has its basis in the framing – is the personal experience which stays fixed, eternal and where we can perceive the shadow of life grabbing that tiny map which we get to know…our vital path, our experience, our soft flapping, our dust which is definitely what we all are. However, over all those images it is a burning perceptiveness the one which is being fixed and transmitted, and the photographs resemble a chalk landscape behind the rain, frozen images which will stay as long as our memory is kept alive.

Carlos L. Bernárdez
traducción Patricia Parada Gandos

mi agradecmiento a carlos bernádez y muy especialmente a patricia parada gandos.

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